sábado, 16 de julio de 2011

Por un derecho a la salud en serio

En las campañas electorales para cualquier cargo público (para Presidente, congresista, presidente regional, o alcalde provincial o distrital) dentro de las promesas que ofrecen los candidatos a éstos puestos aparte del oro y del moro se menciona aunque sea una vez temas relacionados a la salud. Pueden ser mejoras de infraestructura y calidad de servicio en los hospitales o una mayor ampliación del sistema de aseguramiento social, pero lo cierto es que la mayor parte de éstos ofrecimientos son saludos a la bandera y existe la percepción de que en el tema salud no hay mejoras sustantivas.

Claro, se habla de cifras en las que se muestran reducciones de los números de casos de enfermedades como el dengue, la tuberculosis, la uta y otras enfermedades que aquejan a la población. Y no es que no sean verdad, pero lo que los burócratas y las autoridades políticas no entienden es que ésas cifras que apuntan a una ausencia de enfermedades no implican necesariamente que las cosas se enfocan de la manera correcta.

La salud se define según la Organización Mundial de la Salud como un “estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de infecciones y enfermedades ligeras, fuertes o graves” para luego agregar en 1992 “y en armonía con el medio ambiente”. Evidentemente una reducción de número de gente que sufre enfermedades no significa que se hace lo correcto en ése tema.

Si hablamos de un bienestar físico, eso se relaciona con la nutrición adecuada. O sea, comida de buena calidad (fresca, preferiblemente) y una práctica regular de ejercicios o deporte. Si nos pasamos al plano mental, eso se refiere a estar libre de cualquier trastorno psicológico o preocupación fuerte como los que hay que lidiar en el día a día. En el bienestar social, uno debe estar libre de preocupaciones de índole económico lo que se traduce en tener los ingresos para costear necesidades en alimentos, vivienda, vestimentas, servicios, etc. Y al hablar de estar en armonía con el medio ambiente, se busca un entorno saludable y ordenado, algo en lo que no sólo entra en juego los servicios de limpieza pública sino nuestra educación para no ensuciar nuestro ambiente.

Es imposible entonces creer en las ofertas de cualquier aspirante político o en los discursos de cualquier funcionario que piense que con una ausencia de enfermedades las cosas en salud marchan mejor de todas formas. ¿O acaso puede afirmarse que en los mismos hospitales el personal médico y técnico cumple con ése principio cuando muchas veces no hay medicamentos y equipos necesarios, e incluso peor, el mismo personal trata mal a los pacientes y a sus familiares? ¿Dónde está allí el bienestar físico, mental, social y en armonía con el medio ambiente?

Ésos son los asuntos que le importan a la población cuando se toca el tema de la salud. No sólo una reducción de gente que sufre enfermedades, sino una buena atención y equipamiento en los hospitales, un mayor acceso a los servicios básicos (electricidad, agua potable y alcantarillado), una educación que apunte a respetar el medio ambiente y un empleo que les permita cubrir sus necesidades económicas sin tener que lidiar con el estrés o cualquier otro trastorno psicológico.

Ése es uno de los roles que el periodismo cívico debe cumplir. Un rol en el que se acerca a un tema tan importante para la sociedad y que no necesariamente se incluye en las agendas de los medios en el grado de importancia que se le debería dar. Allí se debe apuntar, a acercarse al ciudadano de a pie para entender ésos problemas del día a día que siempre están allí.

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