sábado, 16 de julio de 2011

TBC: Una enfermedad histórica y socialmente cruel

La tuberculosis fue conocida en el pasado como tisis (del vocablo en latín “phthisis”), consunción, escrófula, mal de Pott, tabes mesentérica, mal del rey o plaga blanca; y por su historia que data desde aproximadamente veinte mil años es una de las primeras enfermedades humanas en haber sido registradas. Éste mal que afectaba al ganado bovino, habría mutado desde el Neolítico y generado que comenzara a enfermar a seres humanos. Fue también la mayor causante de muertes en la Edad Antigua, e incluso en el siglo XVII hasta doscientos años más adelante (incluso en el siglo XIX se le llamaba el “mal de vivir”) tras una fuerte competencia con otra enfermedad tan asoladora para la humanidad como lo fue la lepra.

No sería sino con la identificación de la Mycobacterium tuberculosis en el siglo XIX, y los avances científicos del siglo XX como el Streptomyces griseus (estreptomicina) en 1944 que inhibe el crecimiento de las especies Mycobacterium, así como el primer antibiótico específico contra éste padecimiento (la isoniacida) en 1952, y la rifampicina desarrollada en la década de los sesenta y que acorta el tiempo de curación de ésta afección, así como otros antibióticos más como la pirazinamida o el etambutol. Los avances más recientes han sido el descubrimiento de los genomas completos del Mycobacterium, destacándose en el 2007 la secuencia del genoma de la cepa XDR (extremadamente drogorresistente).

La especie bacteriana que origina ésta enfermedad en un mayor número de casos es la Mycobacterium tuberculosis (conocido más comúnmente como bacilo de Koch), aunque también ha habido casos provocados por otras especies del género Mycobacterium (bovis, africanum, canetti y microti). Dicho mal se transmite en forma aérea cuando el afectado tose, escupe o estornuda, y un solo estornudo hace que salgan disparadas cuatrocientas mil gotas de 0.5 micrómetros que permiten el contagio de la tuberculosis.

Afecta principalmente a los pulmones, pero también se ven afectados los sistemas óseo, genitourinario, gastrointestinal, circulatorio, linfático, nervioso central; y también la piel y las articulaciones. Y por lo general los factores que favorecen su transmisión y el desarrollo del TBC son el contacto frecuente con infectados, la carencia de hábitos y/o de un ambiente de higiene, la falta de servicios básicos y los prejuicios sociales que aún subsisten quienes padecen éste mal, así como el costo económico e incapacidad de mantener una vida laboral que representa la duración de un tratamiento así.

Es precisamente por la gravedad de ésta afección y por las condiciones favorables a la tuberculosis que son características de las zonas urbano-marginales en las cuales priman la pobreza y la falta de presencia estatal en servicios vitales que la misma comunidad tiende a organizarse y con la colaboración de organismos no gubernamentales y entes públicos y privados busca cambiar una realidad que afecta la vida de quienes son vistos generalmente como los olvidados.

Esto es parte de la realidad del distrito de Paiján, en la provincia de Ascope, más específicamente en los asentamientos humanos Miraflores, San Salvador y Poste Blanco, donde el común denominador son la pobreza, la carencia de servicios básicos, y el desarrollo de la tuberculosis, así como de males sociales como la delincuencia, la desnutrición infantil y la violencia doméstica. Una realidad que ha convertido a Paiján es un distrito de alto riesgo en tuberculosis, y que ha posicionado a Ascope como la segunda provincia liberteña con más casos en TBC.

Juanita Mendoza, presidenta de las promotoras de salud de Paiján lo dice claramente en el local comunal ubicado en el sector Miraflores de ésa jurisdicción al dar una breve exposición sobre la problemática de salud en aquella zona: “Las cifras de enfermos con tuberculosis no bajan por los enfermos escondidos y tiende a afectar más a jóvenes y adultos.”

Esto claro, porque son ellos quienes tienen una mayor interacción social, lo cual facilita que alguien que tenga tuberculosis pueda eventualmente contagiar a otros. Y el temor a ésa enfermedad genera otro problema. “Hay un prejuicio no sólo de otros hacia quien padece tuberculosis, sino de uno mismo acerca de lo que otros pensarían si saben que tiene ésta enfermedad, el “qué dirán”.”, explica Mendoza respecto al prejuicio sobre la misma.

Por su parte, Wilder Cotrina, de la Asociación Civil Pro Salud Vida, quien había padecido ésta enfermedad en su variante MDR (multi drogorresistente), lo que lo obligó a llevar un tratamiento médico de dos años contra ésta enfermedad y que ahora busca ayudar a otros quienes la padecen lo expuso concretamente. “Inicialmente los pacientes no quieren aceptar que tienen tuberculosis, y llegan en algunos casos con treinta y tres kilos, pero mediante charlas personales para convencerlos acaban aceptándolo y comienzan el tratamiento.”, explica.

Además del trabajo de éste grupo de promotores de salud que son más que nada la comunidad organizada y conciente de la gravedad de éste mal se supo que Cesar Guillermo Cáceres Sánchez, actual alcalde del distrito de Paiján, se ha comprometido en la aplicación de la agenda transectorial aplicada a ésta jurisdicción. Algo que, se espera, permita una mayor voluntad política y pueda generar el compromiso de otras autoridades políticas de mayor nivel y de las grandes empresas agroexportadoras de la zona de una creciente determinación en luchar contra una enfermedad que es reflejo de una terrible desigualdad social.

Promotores de salud: luchadores contra la injusticia social

Escrito por Jorge Luis Chávez y Elmer Zamudio

El derecho a la salud requiere determinadas condiciones específicas para que sea factible en las poblaciones como la estabilidad emocional, un buen entorno familiar libre de violencia doméstica, un ambiente higiénico y sin contaminación, así como un grado de estabilidad económica que permita el acceso a servicios básicos, una buena alimentación y vivienda junto a una educación de calidad.

Pero la realidad es otra al contar por ejemplo que en otros sectores las condiciones económicas son muy limitadas con grandes grupos de la población que no cuentan con electricidad, agua potable, alcantarillado y medios modernos de comunicación, así como la inexistencia de presencia del Estado en materia de salud ni en el plano policial.

Ésta es la realidad de San Salvador, un sector de Paiján en el cual habita un aproximado de mil familias desde hace veinte años, en el cual hay algunas zonas en las cuales al menos la mitad de ésta comunidad carece de titulación, y por ende, de servicios de agua y desague; allí donde el recojo de basura se realiza una vez por semana o por quincena y la presencia policial es prácticamente inexistente, lo cual le da campo libre a la delincuencia.

La clase de entorno que es ideal para que además, prosperen la desnutrición infantil, y enfermedades como la tuberculosis, las diarreas y los resfríos (que pueden complicarse y presentar cuadros mucho peores). Con esto es con lo que debe lidiar todos los días la señora María Isabel Muro Sánchez quien recorre puerta a puerta y se desempeña como promotora de salud de éste sector. “Veía la necesidad de mi comunidad paijanera sobre éste problema”, respondió al preguntársele sobre su motivación principal para entrar a un trabajo así.

Ya que una vida digna significa tener acceso a electricidad, agua, desague, así como a los sistemas de comunicaciones modernos que existen actualmente; y al no haber un acceso a éstos últimos para conocer informaciones básicas en salud para permitir mejores condiciones de vida de la población de San Salvador, en Paiján; debe entenderse el rol de los promotores de salud como fundamental al realizar una labor de hormiga para llegar a éstas poblaciones.

Un trabajo que requiere un fuerte afán de ayudar a otras personas, que es muy exigente y pobremente remunerado. “A las siete de la mañana ingreso al local comunal en el sector Miraflores, y es a las siete y media en que comienza mi primera salida de campo que dura hasta las dos de la tarde que es el almuerzo.”, mencionó al describir su horario de trabajo. Pero luego continuó: “Y luego a las dos y media vuelvo a mi segunda salida de campo que dura hasta las ocho de la noche.”

En total, doce horas diarias de labor tocando puerta tras puerta en todo San Salvador para revisar si hay casos ocultos de tuberculosis (los cuales pueden darse por los prejuicios que hay sobre ésta enfermedad y porque hay cierta reticencia en algunos individuos que padecen la tuberculosis a someterse a un tratamiento médico que en éste caso, representa un costo económico muy fuerte), sondear si hay cuadros de desnutrición crónica en niños pequeños, o ver si hubiera cuadros de diarreas o resfríos, que de no tratarse adecuadamente pueden evolucionar en enfermedades mucho más peligrosas.

“Desde hace doce años he trabajado sin incentivos económicos hasta éste año en que gano quinientos soles mensuales.”, dijo ella, quien respondió así sobre el tiempo que ha dedicado de su vida a una labor tan dura como ésta y que mencionó además que recorre éste sector, el cual además carece de pistas asfaltadas y de veredas, a pie. “Un auto o una camioneta serían demasiado porque vamos puerta a puerta pero una mototaxi si podría ayudarnos.”, dijo acotando además que ocasionalmente reciben ayuda de otros vecinos de la comunidad paijanera.

Resulta contrastante que se diga que hay un crecimiento económico boyante en La Libertad, que se supone es la segunda región en el Perú, y a la vez haya carencia de servicios y de presencia estatal en zonas marginales de la costa liberteña que están apenas a una hora de viaje en bus desde Trujillo, y ni se diga de la serranía donde las condiciones son mucho peores. La acción de la comunidad organizada apoyada por organismos no gubernamentales que ha sensibilizado a varios sectores de nuestra sociedad ha permitido paliar un poco una realidad que dista mucho de la frase “Él Perú Avanza” y en la que sin una voluntad política firme para modificar las condiciones de vida éstos esfuerzos son minoritarios.

TBC: Enfermedad fructífera en la pobreza

En las cercanías de Paiján se halla Miraflores, un centro poblado que tiene serias carencias de servicios (electricidad y desagüe, fundamentalmente), no hay asfaltado en sus calles, el servicio de limpieza pública es bastante ocasional, y la presencia policial del Estado es en la práctica nula, lo que atrae a los drogadictos y a delincuentes para que cometan robos en la zona.

Éste contexto donde hay carencias materiales bastante fuertes en un centro urbano relativamente bien poblado como Paiján, son caldo de cultivo ideal para el desarrollo del bacilo de Koch, causante de la tuberculosis en sus tres modalidades (sensible y requiere un tratamiento médico de seis meses, multidrogo resistente con un tratamiento que dura dos años, y extremadamente resistente con un bacilo de Koch tan poderosamente desarrollado que las posibilidades de recuperación resultan casi nulas).

“Inicialmente los pacientes no quieren aceptarlo.”, explica Wilder Cotrina de la Asociación Civil Pro Salud Vida al dar a conocer lo que es la reacción inicial de quienes saben que tienen ésta enfermedad. Él puede hablar por experiencia propia, al haber sufrido en el 2009 de tuberculosis multidrogo resistente y haber sido lo suficientemente fuerte para soportar aquello. “En algunos casos llegan hasta los 33 kilos de peso pero mediante charlas para convencerlos en forma personal acaban aceptándolo.”, dice.

Pero lo cierto es que algo así cuesta aceptarlo y es un proceso que toma tiempo por los prejuicios que tiene uno mismo sobre el “qué dirán” y el hecho de que un tratamiento así representa un costo económico. “Si, me desesperé al igual que toda mi familia. Pensaba en mi hija de dos años en ésa época.”, recordó.

“Tanto mi esposa como yo teníamos ésta enfermedad y no lo quería creer. Sentía una fuerte impotencia por lo que estaba sucediendo.”, narró Cotrina. Es simple suponer que en un caso como este, después de la desesperación del primer momento, llegan la ira y la negación. “Sin embargo, nada ganaba con quedarme así de modo que acepté que tenía la tuberculosis y empecé con el tratamiento.”

Al notar las reacciones iniciales anteriores a la aceptación de aquella enfermedad la pregunta fue inevitable: “¿Éstas reacciones no son similares a las de un duelo?”. La respuesta fue afirmativa: “Sí, lo sentí como un duelo.”

Luego al inquirir sobre el tratamiento médico, Un tratamiento médico que según las palabras del mismo Wilder Cotrina duró 24 meses e implicó el consumo de catorce pastillas diarias (diez en la mañana y cuatro en la noche) junto con una inyección diaria durante un periodo de un año. “He luchado bastante por dos años con el apoyo de IDIPS.”, mencionó Cotrina quien ahora está ayudando a otros que sufren ésta enfermedad.

Por un derecho a la salud en serio

En las campañas electorales para cualquier cargo público (para Presidente, congresista, presidente regional, o alcalde provincial o distrital) dentro de las promesas que ofrecen los candidatos a éstos puestos aparte del oro y del moro se menciona aunque sea una vez temas relacionados a la salud. Pueden ser mejoras de infraestructura y calidad de servicio en los hospitales o una mayor ampliación del sistema de aseguramiento social, pero lo cierto es que la mayor parte de éstos ofrecimientos son saludos a la bandera y existe la percepción de que en el tema salud no hay mejoras sustantivas.

Claro, se habla de cifras en las que se muestran reducciones de los números de casos de enfermedades como el dengue, la tuberculosis, la uta y otras enfermedades que aquejan a la población. Y no es que no sean verdad, pero lo que los burócratas y las autoridades políticas no entienden es que ésas cifras que apuntan a una ausencia de enfermedades no implican necesariamente que las cosas se enfocan de la manera correcta.

La salud se define según la Organización Mundial de la Salud como un “estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de infecciones y enfermedades ligeras, fuertes o graves” para luego agregar en 1992 “y en armonía con el medio ambiente”. Evidentemente una reducción de número de gente que sufre enfermedades no significa que se hace lo correcto en ése tema.

Si hablamos de un bienestar físico, eso se relaciona con la nutrición adecuada. O sea, comida de buena calidad (fresca, preferiblemente) y una práctica regular de ejercicios o deporte. Si nos pasamos al plano mental, eso se refiere a estar libre de cualquier trastorno psicológico o preocupación fuerte como los que hay que lidiar en el día a día. En el bienestar social, uno debe estar libre de preocupaciones de índole económico lo que se traduce en tener los ingresos para costear necesidades en alimentos, vivienda, vestimentas, servicios, etc. Y al hablar de estar en armonía con el medio ambiente, se busca un entorno saludable y ordenado, algo en lo que no sólo entra en juego los servicios de limpieza pública sino nuestra educación para no ensuciar nuestro ambiente.

Es imposible entonces creer en las ofertas de cualquier aspirante político o en los discursos de cualquier funcionario que piense que con una ausencia de enfermedades las cosas en salud marchan mejor de todas formas. ¿O acaso puede afirmarse que en los mismos hospitales el personal médico y técnico cumple con ése principio cuando muchas veces no hay medicamentos y equipos necesarios, e incluso peor, el mismo personal trata mal a los pacientes y a sus familiares? ¿Dónde está allí el bienestar físico, mental, social y en armonía con el medio ambiente?

Ésos son los asuntos que le importan a la población cuando se toca el tema de la salud. No sólo una reducción de gente que sufre enfermedades, sino una buena atención y equipamiento en los hospitales, un mayor acceso a los servicios básicos (electricidad, agua potable y alcantarillado), una educación que apunte a respetar el medio ambiente y un empleo que les permita cubrir sus necesidades económicas sin tener que lidiar con el estrés o cualquier otro trastorno psicológico.

Ése es uno de los roles que el periodismo cívico debe cumplir. Un rol en el que se acerca a un tema tan importante para la sociedad y que no necesariamente se incluye en las agendas de los medios en el grado de importancia que se le debería dar. Allí se debe apuntar, a acercarse al ciudadano de a pie para entender ésos problemas del día a día que siempre están allí.