jueves, 5 de marzo de 2009

Legalizar o no legalizar, he allí el dilema

Todos sabemos, queridos visitantes, que las drogas son malas. No es ningún secreto, ni tampoco una gran novedad. Lo saben ustedes, sus familias, sus amigos, sus enemigos, y quizá hasta sus mascotas, así como obviamente lo sabe el autor de estas líneas. Sin embargo, lo dicho hará un mes aproximadamente por el alcalde del distrito limeño de Surquillo, Gustavo Sierra, refleja en el fondo una problemática enorme que es el nivel de efectividad en el combate contra las drogas.

Y vino lo usual, el grito en el cielo de medio mundo, entre ellos la gente de CEDRO y Devida, la Iglesia Católica, la embajada estadounidense, varios alcaldes limeños e incluso el premier Yehude Simon (quien desde que tomó el puesto se ha venido desgastando y si algún sueño presidencial tuvo, bien difícil sería que pase de sueño). Que eso fomentaría el consumo de las drogas, que eso le hace mal a las familias y especialmente a jóvenes y niños, que habría más delincuencia, que tendríamos mucho más libertinaje, entre otros argumentos más que ya suenan como disco rayado, y pueden hacernos recordar la canción de Pimpinela cuando Lucía le canta a Joaquín “palabras, palabras, palabras”.

¿Y los resultados? ¿Y los hechos? ¿Y la realidad que nadie quiere ver pero que nos golpea en la cara con la fuerza de un derechazo de Rocky Balboa? La realidad es que los narcos parecen tener impunidad total en el Perú, o al menos cárcel dorada si es que los meten adentro. Y es el mismo cuadro que se repite en Latinoamérica. Las drogas se venden en escuelas, cerca de templos o de comisarías, la reparten por “delivery”, y no sólo la consumen los drogadictos sucios y malolientes que podemos ver en las calles, sino también gente de clase media y alta, incluso entre gente de la farándula, de la política y entre los grandes empresarios hay adictos a las drogas.

Celebramos cuando meten a un microcomercializador de cocaína o marihuana a la cárcel sólo por repartir algunos “ketes” o “pacos”. Pero, pobre del que se meta con los grandazos. Ésos que pueden ser capaces de sacar drogas por barcos mercantes, o incluso a través del avión presidencial en época de Fujimori. Pobre del que se meta con los cárteles mexicanos o colombianos, o con narcos de alto nivel como el “Lunarejo” Zevallos. Allí aparecen los asesinatos en restaurantes o al frente de juzgados o prisiones con total impunidad, las desapariciones de testigos claves, las amenazas de muerte (o muertes) a fiscales, jueces, periodistas y policías.

¿Cómo ganarle a gente que a través de un negocio que genera miles de millones de dólares a nivel mundial y que luego es blanqueado mediante diversos bancos o empresas es capaz de corromper a mandos medios y altos de cualquier país latinoamericano? ¿Quemando los sembríos de drogas? No importa, siempre habrá terrenos disponibles para ello y entre tanto se habrá destruido una gran biodiversidad. ¿Acusando a los cocaleros de estar coludidos con los narcos? Ésa es una mentira gigantesca y digna de ignorantes, considerando que la coca es un legado cultural del Perú precolombino; el que haya sido procesada para convertirla en cocaína es otra historia muy distinta.

En todo caso, si hay que declararle la guerra a las drogas por qué no mejor pensar en meter presos también a los que consumen las drogas y son quienes buscan la droga como fuera, en primer lugar. Pero claro, ahí chocaríamos con el hecho de que por allí habrá algún político, empresario o alto mando de cualquier área que o consume drogas, o tiene a algún familiar que consume drogas. Y ya que estamos en ésas de irnos a una guerra total con las drogas, ¿por qué no declarar la guerra a los productores y consumidores de bebidas alcohólicas y cigarrillos de cualquier clase? ¿O van a negarme que la nicotina no causa una seria adicción y provoca males al sistema respiratorio? ¿O negarán que el alcohol en exceso vuelve violenta a la gente en algunos casos (provocando crímenes que aparecen en los medios) y genera una linda adicción llamada alcoholismo?

Y ya que estamos en esto de la lucha contra las drogas, hay que llevarlo al nivel más firme y duro en todo sentido. ¿Por qué no meter presos a los que producen y consumen gaseosas, café y té? Porque, sorpresa sorpresa, éstos productos contienen drogas (mucho más leves, pero drogas al fin y al cabo, y como debemos empeñarnos en una política antidrogas dura hay que darles con todo y desatar un macartismo como nunca antes en el mundo) como la cafeína y la teína.

No, señores. La realidad es que a pesar de que nos arda en el alma, el consumo de las drogas es algo que no podremos evitar porque en última instancia, al margen de lo que la familia, los medios de comunicación, la sociedad, las instituciones y demás digan; es uno mismo quien decide si quiere joder su cuerpo y su mente metiéndose aquella porquería o no. Y al hacer la venta de drogas ilegal, provocan que haya miserables que corrompan al país de donde es uno de pies a cabeza y que ellos ganen dinero a raudales.

Legalizarla simplemente quitará el piso a ésos miserables y a sus cómplices de las más altas esferas de poder, y por lo menos permitirá una mayor libertad de decisión. ¿Quiero joder o no mi cuerpo y mi mente sólo por seguirle la corriente a un grupo de babosos? ¿Quiero joder o no mi cuerpo y mi mente sólo por estar a la moda ya que el resto consume ésta mierda llamada droga? ¿Quiero joder o no mi cuerpo sólo para experimentar? Al final del día, es uno quien decide. Siendo así, mejor dejémonos de hipocresías y tomemos el control de éste asunto porque sin hacer nada, seguiremos en la misma mierda.

Para finalizar éste asunto de las drogas con un toque de humor, y de paso, relajarnos un poco, queridos visitantes, les dejo algo que el comediante estadounidense Bill Hicks dice justamente sobre las drogas. http://www.youtube.com/watch?v=aFsz3-KKXG4&feature=PlayList&p=AD60DCB8AD095B67&index=1

No hay comentarios:

Publicar un comentario